
En el pasado concurso de recorte libre de Castellón,
celebrado el día 19 de Marzo, cuentan que un par de
participantes realizaron “suertes”, con innovaciones
retrovisorísticas, si se acepta el término, uno, y de
espectáculo de escapismo, el otro.
Se pudo ver cómo para realizar un quiebro de rodillas de
espaldas un participante se ayudó de un espejo a modo de
retrovisor,
para así no mirar al toro directamente. Difícil hablar
sobre ello. Sin restar peligro a la acción, parece evidente
que una opción muy pura no es. El riesgo sube porque de
todos es sabido que si el espejo se rompiera en el envite,
recaerían siete años de mala suerte, bien sobre el portador
o bien, lo que sería mucho más preocupante, sobre todos los
allí presentes. Una auténtica desgracia que miles de
personas hubieran de soportar siete años de mala suerte.
Después se pudo ver también lo de rizar el rizo ya rizado.
La cabeza de otro participante estuvo metida en un saco,
capucha o adminículo, para también un quiebro de rodillas de
espaldas. Emulando así al mismísimo Anthony Blake,
cuando prepara sus montajes
circenses-predictorios-adivinatorios-trucados. Hay que
suponer que al no ver nada, hubo de ser ayudado por alguien
que le dijera cuándo había realizar la acción. Otra
“suerte” muy arriesgada pero también bastante alejada a los
cánones. Se puede ocurrir una propuesta y es que con capucha
se intente recortar a una vaca de los concursos de
recortadores e introducirle una anilla. ¿O eso es un poco
más complicado que engañar a un toro limpio?
Surgen bastantes dudas una vez conocido esto. ¿Qué será
lo próximo? ¿Un número de escapismo en el centro del ruedo
al estilo Houdini? Podría saltar el participante con una
camisa de fuerza atada con candados y la llave en el fondo
del mar matarile rile… Y una caja fuerte en la cabeza, de la
que sólo sepa la combinación un señor de un pueblo muy
pequeño de un recóndito lugar de la piel de toro, que no
tiene teléfono móvil para pedírsela. También podría hacerse
un recorte con la camiseta en llamas por ejemplo, aunque a
la vez que director de lidia con el capote, tendría que
haber bomberos con extintores en los burladeros.
Es obvio que visto lo visto, el riesgo debió ser altísimo,
incluso parece ser que en la final, con el retrovisor el
participante resultó cogido. Pero fue altísimo porque
acciones así ya pasan de valentía ante un toro a
inmolaciones. Parecen más actitudes suicidas que otra cosa.
Se puede pensar en voz alta, que si los concursos de recorte
libre necesitan de innovaciones de éste estilo, es que los
recursos se están agotando, cayendo en la monotonía. Quizá
se esté matando la gallina de los huevos de oro. Parece un
caso similar a los concursos de mates baloncestísticos.
Agotadas las innovaciones dentro de la ortodoxia, se recurre a
prenderle fuego al balón, a desnudos, a artefactos extraños
y demás ocurrencias que puedan pasar por una cabeza
retorcida. Si no, no hay más que ver cómo un participante ha
realizado en varios concursos lo que ha dado en llamar "el
quiebro del baile de San Vito", nombre torerísimo. Que no es
si no una bufonada que en la que se cita al toro con un
baile irrisorio.
Si queremos que se convierta un festejo con presencia del
bravo en un show o algo circense, el camino visto en la
capital de la Plana, es el correcto. Si se busca un
espectáculo serio con pureza, habrá que atajar esas acciones.
Y cuidado, tienen un mérito encomiable y un riesgo altísimo,
por el que se puede felicitar a sus ejecutores. Pero carecen
de seriedad. Ahora bien, la seriedad la tendrán que
implantar los organizadores al seleccionar el jurado. Porque
si priman las descerebradas innovaciones e incluso se pueden
ganar concursos en capitales de provincia con bailes
patéticos, lo normal es que se sigan cometiendo aberraciones
por el estilo, contra el toro bravo. Quizá en un futuro no
muy lejano veamos anunciados éste tipo de concursos en vez
de cortes, de recortes o de recorte libre, como de "haz
lo que te de la gana con el toro".
De algún modo se le pierde el respeto al toro. Porque, ¿qué
se piensa cuando alguien dice: “eso lo hago yo con los ojos
cerrados”? Pues que tal cosa es un juego de niños. ¿Queremos
quitarle importancia a lo que se le hace a un toro? ¿Ya no
es necesario ni abrir los ojos o no mirar, para medirse a un
toro?
Víctor Manuel
Giménez Remón