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Feria de Festejos Populares del Pilar 2005


Las polémicas que hemos podido observar en torno al antes y el después del concurso de recortadores con anillas celebrado en Valencia en las fiestas de la Virgen de los Desamparados, es una vez más la constatación de que los festejos taurinos populares -y sus gentes- siempre tienen sorpresas que depararnos, y es que, aunque parezca una contradicción en si misma, nunca un festejo que tan poca expectación había despertado –el escaso público que acudió lo demuestra- ha generado tanta escritura.

Centrémonos ahora en tres puntos de interés: primero las reacciones que se han sucedido en la opinión pública tras el concurso; en segundo lugar el affaire de los recortadores en las jornadas previas al mismo; y en tercer y último lugar, la responsabilidad de la empresa y los organizadores de cara al futuro.

Comencemos.

Afortunadamente, en los días previos al concurso, ya nos felicitamos desde esta web por el mismo hecho de que se celebrara un festejo popular por estas inéditas fechas en la Plaza de Valencia, y, siendo un concurso de anillas, mejor que mejor. Y digo que afortunadamente lo dijimos, porque vistas algunas opiniones vertidas tras la aparición de las primeras crónicas en la red, parecería que todo aquel que ha sido crítico con el resultado del evento, estaba -de entrada- deseando que se convirtiera en un fiasco. Ya se dijo en su momento, era de enhorabuena para la empresa y la organización el que se celebrara este concurso. «Lo que está bien, está bien», decía El Tío Jindama, y así hay que reconocerlo.

Dicho esto, todo ello no es óbice para que luego... los resultados, hayan sido los resultados. Cada cual que lo tome como quiera, pero taparse los ojos ante una realidad tan deprimente –y no solo por la entrada- como la que aquella mañana advertimos, consideramos que es un grave error. Afortunadamente los festejos populares gozan de muy buena salud –no están en peligro de extinción- y, en la Comunidad Valenciana, esa salud es casi de hierro; así pues, partiendo de esa base, es lógico pensar que si ahora nos andamos con paños calientes y cubrimos lo evidente, habrá que preguntarse: ¿cuándo será pues buen momento para destapar todas las vergüenzas?, ¿cuándo no tengan ya remedio?. Se diga lo que quiera decirse, el resultado e imagen del concurso de anillas fue caótico por muchos costados. Es más, pensando en un posible futuro en el que los festejos acapararan aún más la atención del aficionado... ¿cuándo sería pues buen momento para la crítica de los despropósitos?, ¿habría que esperar entonces a que viniera un canal de televisión –como está ocurriendo últimamente con Tele 5 y “El Buscador”- para que se destaparan las patochadas de los festejos cuando han estado ante nuestras narices durante años sin que nadie abriera la boca?. Valencia ha sido y sigue siendo una plaza de primera categoría, con la seriedad que ello conlleva, no una de talanqueras en la que una peña monta una becerrada.

La prensa especializada pues, si tiene conciencia como tal y presume de aficionada, debe estar tanto para el elogio cuando es menester, como para describir, denunciar y, si es preciso, personalizar, cualquier error cometido en un festejo.

Para los que estamos fuera del entramado taurino popular y monetal, o sea, que ni somos organizadores, ni empresarios, ni recortadores, ni ganaderos, ni revistas... para quienes nuestra única meta –altruista por antonomasia- es disfrutar de los toros y buscar la defensa del festejo, solo debería haber un único punto de vista a la hora de emprender la crónica –u opinión- sobre un papel: el del hombre o mujer de a pie que cada vez que va a un evento tiene que pasar por taquilla. Lo demás, es “taurineo”.

No hace muchos meses tuve la oportunidad de colaborar con una web de la importancia de elchofre.com en un dossier sobre el estado de la Fiesta que elaboró su ideólogo, Juan Antonio Hernández. En ese dossier se preguntaba a varios aficionados del país sobre distintos aspectos de las corridas de toros, su estado actual, problemas, posibles soluciones... muchas coincidencias hubo entre todas las respuestas, y digo esto porque me gustaría citar aquí las palabras con las que concluí en aquella ocasión: «solo podría finalizar comentando algo respecto a los aficionados, una cuestión que algunos sectores del espectáculo están empeñados en tergiversar. El aficionado exigente, detallista, inconformista cuando es necesario, etc... disfruta del toreo. El aficionado, por muy exigente que sea y por muy vehemente que aire sus protestas, quiere disfrutar del arte del toreo en su plenitud, tanto es así, que cuando llega a la plaza -a priori pues, a menos de escándalos veterinarios o de otra índole- llega soñando en la emoción, el disfrute y, si tercia, el sufrimiento que implica la tauromaquia. A su vez, el taurino debe tener claro que el aficionado no es un militante de partido con carné, o un socio compromisario de un equipo de fútbol; así como el taurino muchas veces esgrime que él es un profesional, debe entender también que el aficionado es un consumidor, y no es un consumidor tonto.»

Somos consumidores. Para el consumidor no es relevante si Pepito o Menganito va a cobrar 100, 300 o 1000 euros por enfrentarse a un toro o una vaca; nosotros, como consumidores, pagamos para que nos ofrezcan un espectáculo lo más emocionante posible, lo más puro posible, lo mejor organizado posible, lo más detallista posible... para eso lo pagamos. Si pagamos 10 euros por ello, exigiremos todo eso por 10 euros; si pagamos 30 euros por ello, exigiremos todo eso por 30 euros; y si pagamos 200 euros por ello, exigiremos todo eso por 200 euros. El contrato está hecho desde el momento que pago mi entrada, que no nos pidan comprensión; el aficionado quiere resultados... solo el juego arbitrario de los astados está fuera del contrato.

Si en lugar de como consumidor-aficionado, habláramos como aficionados exclusivamente, entonces sí podría interesarnos qué es más justo para unos o para otros; si cobran bien o cobran poco; o si tal cosa ocurrida era salvable, un despiste, o simplemente un accidente; etcétera... pero, repito, antes de esto debe quedar claro, como consumidores que somos al establecer nuestro contrato con la empresa/organizador, que entendemos que ésta ya lo tiene todo previsto, incluso sus acuerdos con el resto de participantes –ganaderos, recortadores, etc-, participantes que, dicho sea de paso, ya deben haber aceptado unas condiciones concretas y, por lo tanto, ahora solo tienen como misión el cumplir con el aficionado ofreciendo lo que se espera de ellos.

Así pues, y por lo que respectó al intríngulis previo al concurso a que nos venimos remitiendo, la barajada solución sin continuidad de los reventadores, siendo una fórmula muy utilizada a lo largo de la historia -utilizada sobre todo porque ante ellos estaba el público mansurrón-, no puede ser consentida por ninguna empresa ni, por supuesto, por ningún aficionado. Si el recortador se compromete bajo unas condiciones, yo, como consumidor, le exigiré que a partir de ahí lo de todo sobre la arena. Antes de entrar a un ruedo, si quiere –y como aficionado que soy- sí le ayudaré a hacer la presión necesaria si considera que se la juega por más bien poco; pero siempre, antes, y fuera de los ruedos. Una vez paga, el consumidor no debe perdonar.

La responsabilidad de la empresa y el organizador es harina de otro costal. En primer término porque hay un pliego de condiciones que, supuestamente cumplió con creces, y ahora le obliga a deberse a “su” plaza. Sumando como suma en la baremación para la contratación de la Plaza de Toros de Valencia cuestiones que atañen a las distintas modalidades y eventos –como son los que ahora nos interesan-, no es menos cierto que, aún sin que estuviera explícito, cuando se tocan los apartados de fomento y promoción de la Fiesta, los populares quedan inscritos en ello. Así pues, el fomento es hacer festejos en fechas no habituales, bien; pero también es promocionarlos como les es debido, sobre todo si tienen asesores que, conocedores del mundo del bou al carrer, conocen los pros y los contras de cada festejo. ¿No los escuchan señores empresarios?; porque presupongo –y a veces me consta- que los organizadores se hacen oír.

De cualquier modo, si la promoción se la trae floja a la empresa, hay métodos de programación mucho más lógicos: programar lo taquillero cuando es más difícil tirar del público, y lo menos comercial en fechas más propicias. O sea, concursos de recortes en la Virgen de los Desamparados y Feria de Julio –cuando los domingueros y aficionados de labia se van a la playa-, y concursos de anillas en Fallas y 9 de Octubre –cuando la ciudad está en su apogeo-.

Aunque claro, lo más fácil del todo, lo tirado, es no volver a hacer anillas.

Tras esto como esencial –y finalizamos ya- son detalles otro tipo de cuestiones que, sí, repito, sí, importan, y mucho: creación de abonos; precios más bajos para los menores; motivar a los recortadores con buenas dietas y premios; buscar parejas solventes; ganaderías contrastadas y en buen momento aunque tengan que venir del Kilimanjaro; presentar el concurso y a los recortadores con algo de solemnidad, no como si fuera una pachanga –al fin y al cabo se supone que alguien se está jugando el tipo, o incluso la vida-; etcétera, etcétera.

A partir de ahí pues –aprovechando que estamos en el terreno de lo popular- cada olivo –donde todos nos incluimos- aguante su mochuelo; o mejor, a quien Dios se la de, San Pedro se la bendiga. Amén.

Antonio Mechó


http://www.criticastaurinas.net



    Página publicada en Zaragoza a 1 de Abril de 2006
    Responsable de la página: Víctor Manuel Giménez Remón
    Correo electrónico: festejos@festejospopulares.net