|

No
bastará con repasar los errores vistos en la primera parte
de este artículo, para dilucidar el por qué hablar de la
quiebra técnica del bou al carrer en la actualidad;
habrá que explicar que, a esa consecuencia final, ha
contribuido también el incremento monetario anormal de los
bienes por encima del IPC, derivado de una especulación
sobre el valor de los propios objetos de consumo. O sea,
dicho en román paladino, a la quiebra ha contribuido la
exagerada y desproporcionada suma de euros que se han pagado
por los bous al carrer en el último lustro.
Ni
más ni menos que estamos hablando de la “burbuja táurica”,
muy similar a la muy manida burbuja inmobiliaria y que, a
continuación, intentaremos explicar aquí.
LA PROPAGANDA
A vistas claras, los festejos taurinos populares en la
Comunitat Valenciana han sufrido –por encima de los matices-
una evolución común: la sustitución de los festejos con
vacas o animales corridos, por aquellos protagonizados por
machos de saca, también denominados cerriles –palabra muy
común aquí, pero de la que habría que matizar en otro
momento su significado real-.
Hace no más de diez años, cualquier fiesta de barrio o
patronal en las localidades más importantes de las
provincias de Castellón y Valencia, repartían los
espectáculos taurinos entre unos días grandes, con toros de
saca, y otros con vacas y toros ya corridos para regocijo y
entrenamiento de los más jóvenes o neófitos; hoy, la segunda
modalidad ha desaparecido prácticamente. Dejando a parte
circunstancias que habría que tratar más adelante -como la
de los nuevos seguros, los honorarios de los profesionales
sumados a la Fiesta y, por ende, el encarecimiento obvio de
los festejos-, la realidad ha sido que
durante las últimas
temporadas solo “triunfaban” –o se creían triunfadoras-,
aquellas fiestas que programaban carteles con toros de
“museo” –o sea, con toros como para exponer en un museo-.
Ese reduccionismo de lo taurino a una única premisa, tenía
también una sola finalidad: la propaganda en beneficio de
una comisión, fiesta o pueblo.
La competencia, en adelante, ha sido feroz: quién lleva
el bicorne mejor presentado –recuerden: de arrobas, pitones
y afamado hierro-; quién lleva el mejor cartel; quién supera
la cifra récord abonada por un astado; quién gana los
trofeos de la federación, la asociación, la revista de
turno, o el ayuntamiento… La disputa es clara: ¿quién es el
mejor?. Pero claro, el mejor de qué. Si los valores se han
confundido y las premisas se han alterado, al remate, la
“mejor organización” no siempre es la que más apropiadamente
cuida la Fiesta, sino la que mejor presume, alardea, o
pavonea… en resumen, la que mejor propaganda despliega.
Esos cambios de valores vienen ejemplificados por casos
muy llamativos en los que miles de personas se desplazaban a
una localidad en una tarde, únicamente para ver el toro de
los 12.000 euros; solo por eso.
Así, paradójicamente, los motivos extrataurinos
–la rivalidad propagandística nada tiene que ver con los
toros- para que una determinada fiesta nos bombardee
mediáticamente con sus encantos taurinos, han sido
tantos que, finalmente, se ha descuidado lo más importante,
aquello que realmente debería mover a la masa de nativos y
foráneos: el verdadero animal bravo.
Miuras, partidosderesina, flores, cuvillos, juampedros,
victorinos, murteiras, fuenteymbros, cebadas, ventorrillos,
jandillas… pero, ¿qué ha quedado después de todos los fastos
y bacanales?. Tan exagerada ha sido la estructura festiva
–que no taurina- montada en torno a los “toros de cartel”,
que a pesar de tantas y tantas moles con cuernos y hierro
que se han paseado por las mejores calles y plazas, el
resultado taurino ha sido nefasto, para borrar… a veces
incluso diríamos que esperpéntico y ridículo –ver el
apartado AFAMADOS HIERROS de la primera parte del artículo-.
Tanto ha sido así que, poco a poco, muchos “aficionados” se
han dado cuenta de que el motor del tinglado –en principio,
el toro- falla demasiado a lo hora de la verdad, por lo que
hay que poner algún remedio, aún artificioso.
¿A
dónde hemos llegado para que tengan que doparse los bous al
carrer?. Sí, sí: doping táurico. Y es que la fiesta –que no
la Fiesta, con mayúscula- no debe parar.
LA BURBUJA EN SÍ MISMA
Es evidente que todo esto tampoco sería posible sin el
sufragio del papel moneda. El fiestón, cuanto más grande,
más calés precisa. Y sobre todo la propaganda aneja, que es
muy cara.
La única ventaja de todo el despiporre ha sido el poder
comprobar como, ante la competencia, la creatividad se
agudiza, el ingenio se pone en marcha y el ser humano es
capaz de inventar todo tipo de estrategias para la
recaudación monetaria. Las comisiones de fiestas de calles y
barrios han tenido que hacer, proporcionalmente, el mayor de
los esfuerzos en los últimos años para poder costear unas
fiestas que, año a año, incrementaban su montante
desproporcionadamente.
Realizando un pequeña encuesta orientativa –ya que se
trata también de un mercado muy oscuro como para extraer
conclusiones irrefutables- sobre los festejos de mayor
solera, consolidación y liquidez, puede comprobarse
fácilmente como lo que podríamos llamar el IPC taúrico
interanual, o sea,
el incremento del precio de
los toros comprados para la lidia callejera de un año para
otro, se situó como término medio en torno al 20% en 2006 y
entre el 25-30% en 2007; superándose pues
con creces el IPC real -la subida del precio de los
productos y servicios de consumo en España- que fue del 2,7%
y 4,2% respectivamente en ambos periodos. Es más, es sabido
que en casos muy concretos, el incremento pudo ascender
hasta el 50%: subiendo por ejemplo el precio de ejemplares
de similares características –hierro y trapío- de los 6.000
a los 9.000 euros en periodos inferiores a un año.
El precio de los toros de saca para los festejos
populares de la Comunidad Valenciana subió aún más que el
precio de la vivienda, cuya subida en 2006 fue del 9,1% o
del 5% en 2007.
¿Qué explicaba, qué explica, estas subidas artificiales?: la
rampante escalada de una demanda que, como se explicaba en
el punto anterior, estaba ansiosa de alzarse con el premio…
de la mejor propaganda –los resultados taurinos, como
dijimos, son otra cosa-.
LA COMPETENCIA DESLEAL
¡Pero ojo!; habrá que añadir a lo anterior un factor que
podría pasar por alto pero que, sin duda, ha tenido gran
parte de la culpa de lo aquí explicado: la intromisión de la
hacienda pública en la competencia festiva.
La utilización que los ayuntamientos han hecho del dinero
público, contribuyendo al acrecentamiento del precio de
mercado del toro, ha sido tremebundo. Las haciendas locales,
valiéndose de los impuestos del contribuyente, no han
reparado en gastos; de hecho, han sido los que con mayor
gusto –y menor vergüenza- han superado frecuentemente la
barrera de los 6.000 euros pagados por toro: ¡todo un
dislate!.
Lo que ha acabado ocurriendo es que mientras un comisión
modesta –que son prácticamente el 90% de los solicitantes de
los más de mil permisos para festejos que se dan en la
Comunidad- padece sudores y lágrimas para reunir dinero con
los que montar su cartel, los ayuntamientos han inflado el
mercado del toro en base a la chequera al portador que dan
las arcas municipales.
A los ayuntamientos, como
es obvio, no les duele dilapidar 10.000 euros en un toro; no
son los alcaldes o concejales de turno los que los pagan.
Pero, ¿cuál es la consecuencia directa?: que los modestos
–el 90% citado- tienen que competir en precios contra el
monstruo gubernativo; toda una quimera.
Yendo a la práctica: por culpa, en gran parte, de los
malgastadores –sobre todo ayuntamientos- cuando una comisión
llevaba en 2006 sus 3.000 euros para adquirir un toro de
similares características –hierro y trapío- al del año 2005,
el ganadero o intermediario, le pedía en torno a 3.600
euros; pero en 2007 ya le pedía 4.500
El año pasado el número de toros lidiados en la provincia
de Castellón por ejemplo, ya descendió en ejemplares
contrastando con las altas subidas constantes de los años
anteriores. Al finalizar 2009, las consecuencias dictaran
que, si las administraciones locales no pinchan de una vez
la burbuja que han contribuido a formar, esta temporada se
podrían lidiar muchos menos toros que en 2008, incluso
podríamos estar hablando de una horquilla entre los 50 y 100
animales menos.
¿Consideraremos pues que la quiebra técnica está ahora más
cerca teniendo en cuenta que la demanda tenderá aún más a
disminuir en próximos años?
Continuará
Antonio Mechó

http://www.criticastaurinas.net
|
|