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Feria de Festejos Populares del Pilar 2005

No bastará con repasar los errores vistos en la primera parte de este artículo, para dilucidar el por qué hablar de la quiebra técnica del bou al carrer en la actualidad; habrá que explicar que, a esa consecuencia final, ha contribuido también el incremento monetario anormal de los bienes por encima del IPC, derivado de una especulación sobre el valor de los propios objetos de consumo. O sea, dicho en román paladino, a la quiebra ha contribuido la exagerada y desproporcionada suma de euros que se han pagado por los bous al carrer en el último lustro.

Ni más ni menos que estamos hablando de la “burbuja táurica”, muy similar a la muy manida burbuja inmobiliaria y que, a continuación, intentaremos explicar aquí.

LA PROPAGANDA

A vistas claras, los festejos taurinos populares en la Comunitat Valenciana han sufrido –por encima de los matices- una evolución común: la sustitución de los festejos con vacas o animales corridos, por aquellos protagonizados por machos de saca, también denominados cerriles –palabra muy común aquí, pero de la que habría que matizar en otro momento su significado real-.

Hace no más de diez años, cualquier fiesta de barrio o patronal en las localidades más importantes de las provincias de Castellón y Valencia, repartían los espectáculos taurinos entre unos días grandes, con toros de saca, y otros con vacas y toros ya corridos para regocijo y entrenamiento de los más jóvenes o neófitos; hoy, la segunda modalidad ha desaparecido prácticamente. Dejando a parte circunstancias que habría que tratar más adelante -como la de los nuevos seguros, los honorarios de los profesionales sumados a la Fiesta y, por ende, el encarecimiento obvio de los festejos-, la realidad ha sido que durante las últimas temporadas solo “triunfaban” –o se creían triunfadoras-, aquellas fiestas que programaban carteles con toros de “museo” –o sea, con toros como para exponer en un museo-. Ese reduccionismo de lo taurino a una única premisa, tenía también una sola finalidad: la propaganda en beneficio de una comisión, fiesta o pueblo.

La competencia, en adelante, ha sido feroz: quién lleva el bicorne mejor presentado –recuerden: de arrobas, pitones y afamado hierro-; quién lleva el mejor cartel; quién supera la cifra récord abonada por un astado; quién gana los trofeos de la federación, la asociación, la revista de turno, o el ayuntamiento… La disputa es clara: ¿quién es el mejor?. Pero claro, el mejor de qué. Si los valores se han confundido y las premisas se han alterado, al remate, la “mejor organización” no siempre es la que más apropiadamente cuida la Fiesta, sino la que mejor presume, alardea, o pavonea… en resumen, la que mejor propaganda despliega.

Esos cambios de valores vienen ejemplificados por casos muy llamativos en los que miles de personas se desplazaban a una localidad en una tarde, únicamente para ver el toro de los 12.000 euros; solo por eso.

Así, paradójicamente, los motivos extrataurinos –la rivalidad propagandística nada tiene que ver con los toros- para que una determinada fiesta nos bombardee mediáticamente con sus encantos taurinos, han sido tantos que, finalmente, se ha descuidado lo más importante, aquello que realmente debería mover a la masa de nativos y foráneos: el verdadero animal bravo.

Miuras, partidosderesina, flores, cuvillos, juampedros, victorinos, murteiras, fuenteymbros, cebadas, ventorrillos, jandillas… pero, ¿qué ha quedado después de todos los fastos y bacanales?. Tan exagerada ha sido la estructura festiva –que no taurina- montada en torno a los “toros de cartel”, que a pesar de tantas y tantas moles con cuernos y hierro que se han paseado por las mejores calles y plazas, el resultado taurino ha sido nefasto, para borrar… a veces incluso diríamos que esperpéntico y ridículo –ver el apartado AFAMADOS HIERROS de la primera parte del artículo-. Tanto ha sido así que, poco a poco, muchos “aficionados” se han dado cuenta de que el motor del tinglado –en principio, el toro- falla demasiado a lo hora de la verdad, por lo que hay que poner algún remedio, aún artificioso. ¿A dónde hemos llegado para que tengan que doparse los bous al carrer?. Sí, sí: doping táurico. Y es que la fiesta –que no la Fiesta, con mayúscula- no debe parar.

LA BURBUJA EN SÍ MISMA

Es evidente que todo esto tampoco sería posible sin el sufragio del papel moneda. El fiestón, cuanto más grande, más calés precisa. Y sobre todo la propaganda aneja, que es muy cara.

La única ventaja de todo el despiporre ha sido el poder comprobar como, ante la competencia, la creatividad se agudiza, el ingenio se pone en marcha y el ser humano es capaz de inventar todo tipo de estrategias para la recaudación monetaria. Las comisiones de fiestas de calles y barrios han tenido que hacer, proporcionalmente, el mayor de los esfuerzos en los últimos años para poder costear unas fiestas que, año a año, incrementaban su montante desproporcionadamente.

Realizando un pequeña encuesta orientativa –ya que se trata también de un mercado muy oscuro como para extraer conclusiones irrefutables- sobre los festejos de mayor solera, consolidación y liquidez, puede comprobarse fácilmente como lo que podríamos llamar el IPC taúrico interanual, o sea, el incremento del precio de los toros comprados para la lidia callejera de un año para otro, se situó como término medio en torno al 20% en 2006 y entre el 25-30% en 2007; superándose pues con creces el IPC real -la subida del precio de los productos y servicios de consumo en España- que fue del 2,7% y 4,2% respectivamente en ambos periodos. Es más, es sabido que en casos muy concretos, el incremento pudo ascender hasta el 50%: subiendo por ejemplo el precio de ejemplares de similares características –hierro y trapío- de los 6.000 a los 9.000 euros en periodos inferiores a un año.

El precio de los toros de saca para los festejos populares de la Comunidad Valenciana subió aún más que el precio de la vivienda, cuya subida en 2006 fue del 9,1% o del 5% en 2007.

¿Qué explicaba, qué explica, estas subidas artificiales?: la rampante escalada de una demanda que, como se explicaba en el punto anterior, estaba ansiosa de alzarse con el premio… de la mejor propaganda –los resultados taurinos, como dijimos, son otra cosa-.

LA COMPETENCIA DESLEAL

¡Pero ojo!; habrá que añadir a lo anterior un factor que podría pasar por alto pero que, sin duda, ha tenido gran parte de la culpa de lo aquí explicado: la intromisión de la hacienda pública en la competencia festiva.

La utilización que los ayuntamientos han hecho del dinero público, contribuyendo al acrecentamiento del precio de mercado del toro, ha sido tremebundo. Las haciendas locales, valiéndose de los impuestos del contribuyente, no han reparado en gastos; de hecho, han sido los que con mayor gusto –y menor vergüenza- han superado frecuentemente la barrera de los 6.000 euros pagados por toro: ¡todo un dislate!.

Lo que ha acabado ocurriendo es que mientras un comisión modesta –que son prácticamente el 90% de los solicitantes de los más de mil permisos para festejos que se dan en la Comunidad- padece sudores y lágrimas para reunir dinero con los que montar su cartel, los ayuntamientos han inflado el mercado del toro en base a la chequera al portador que dan las arcas municipales. A los ayuntamientos, como es obvio, no les duele dilapidar 10.000 euros en un toro; no son los alcaldes o concejales de turno los que los pagan. Pero, ¿cuál es la consecuencia directa?: que los modestos –el 90% citado- tienen que competir en precios contra el monstruo gubernativo; toda una quimera.

Yendo a la práctica: por culpa, en gran parte, de los malgastadores –sobre todo ayuntamientos- cuando una comisión llevaba en 2006 sus 3.000 euros para adquirir un toro de similares características –hierro y trapío- al del año 2005, el ganadero o intermediario, le pedía en torno a 3.600 euros; pero en 2007 ya le pedía 4.500

El año pasado el número de toros lidiados en la provincia de Castellón por ejemplo, ya descendió en ejemplares contrastando con las altas subidas constantes de los años anteriores. Al finalizar 2009, las consecuencias dictaran que, si las administraciones locales no pinchan de una vez la burbuja que han contribuido a formar, esta temporada se podrían lidiar muchos menos toros que en 2008, incluso podríamos estar hablando de una horquilla entre los 50 y 100 animales menos.

¿Consideraremos pues que la quiebra técnica está ahora más cerca teniendo en cuenta que la demanda tenderá aún más a disminuir en próximos años?

Continuará

Antonio Mechó


http://www.criticastaurinas.net



    Página publicada en Zaragoza a 1 de Abril de 2006
    Responsable de la página: Víctor Manuel Giménez Remón
    Correo electrónico: festejos@festejospopulares.net