La expresión
"matar al mensajero"
proviene de la antigüedad, cuando a falta de muchos siglos
para la intercomunicación total de los seres humanos, había
que llevar los mensajes en persona. Si el mensajero era
portador de malas noticias, ante la frustración de la
realidad, se desahogaban y descargaban las iras, con quien
había cometido el "delito" de comunicar.
En nuestro maravilloso mundo de los
festejos populares taurinos, a la orden del día están las
prácticas de querer matar (se entiende figuradamente) a los
mensajeros
.
Y entonces aparecen las diversas reflexiones. Reflexiones
que por desgracia toca hacer, en un siglo en el que se
supone las mentalidades están muy evolucionadas.
La realidad es que este mundillo de
los festejos populares, se mueve en gran parte, entre
estratos sociales de bajo o muy bajo nivel cultural, así
como intelectual
.
La cultura, puede no haberse tenido la suerte de recibirla,
pero para la inteligencia, abundan los que no la quieren
buscar.
Cuando se recibe una crítica, lo común es intentar acallar a
quien la haga, sea de la manera que sea. Entonces aparece el
comportamiento violento, dialéctico en forma de amenaza, o
el siguiente escalón, físico en forma de agresión. Y así
piensan que todo arreglado. Entre seres inteligentes, no
haría falta mencionar que eso no soluciona nada.
Normalmente, la agresión o amenaza encierra la ira por la
verdad descubierta. Se es consciente de que lo dicho es
cierto y la verdad es algo en peligro de extinción.
Es más cómodo no asumir nunca un error y culpar a otro.
Algo muy sencillo. Reflexionar sobre si lo que se ha dicho
de uno es cierto, no se contempla. Todo se ve como una
afrenta, no se opta por pensar en si lo que se ha dicho
puede ser cierto.
Se ofuscan los pensamientos y aparece la endogamia en los
entornos.
Se oye lo que se quiere oir y los estómagos agradecidos
hacen vivir en una realidad ficticia de palmeros.
Y a partir de ahí, se expulsa y se demoniza todo lo que sea
llevar la contraria. No existe la posibilidad del diálogo,
porque no hay voluntad de entender otras posturas.
En la era de internet,
son los participativos foros, los que desencadenan
importantes ataques de ira. Se suele caer en el juego
infantil del teléfono estropeado. Me han dicho que ha dicho
que dijo. El ofendido ni se molesta en leer y hace verdad lo
que le cuenten, que encima normalmente se busca crear
enrarecimiento falseando. Punto número
uno, leer lo que haya que leer en cuestión. Punto número
dos, darle la importancia que merezca en función del
interlocutor (ayudará bastante que no sea de un anónimo),
así como las argumentaciones. Punto número tres, leer con
atención lo que diga y entenderlo. Punto número cuatro,
aceptar que se puede opinar de manera opuesta a la que uno
piensa.
Hay que asumir las críticas. Que se conciencie todo el
mundo, que los festejos populares son algo público. La gente
acude a ver actos públicos, bien sean gratuitos, bien
abonando una entrada (lo que legitima mucho más una
crítica). Y sobre todo aguantar, porque roza el surrealismo
que haya que hablar aquí de la rimbombante libertad de
expresión. Se tiene derecho a opinar y aunque se diga lo que
no se quiere oir, pues toca aguantarlo o si no dedicarse a
un oficio en el que no sea público el trabajo. Y es que
decir que todo está bien, es mentir, así que igual que no
felicitan a quien les alaba cuando toca, no tiene mucho
sentido la molestia. ¿Cuando alaba entiende y cuando critica
no entiende?
¿Por qué se encolerizan algunos con lo que tachen a todas
luces como falso? ¿Qué molestia le tiene que causar a nadie
algo que no tenga ni pies ni cabeza? No tiene lógica
enfadarse por algo que no tiene, según uno mismo,
fundamentación. ¿Por qué llega el enfado entonces? No se dan
cuenta que esas reacciones coléricas, no hacen si no dar la
razón a quien los ha criticado. Cuando a alguien se le
quiere callar por la fuerza, el motivo está claro.
Cuando alguien dice lo que ha pasado, la culpa no es suya,
es de quien lo haya hecho mal.
Si una vaca mansea, la culpa es de la vaca,
no del que dice que ha manseado.
Si un festejo ha sido un petardo, hay que asumir la culpa
y no querer mirar para otro lado excusándose en quienes lo
cuentan. Si se consigue acallar a alguien, no se va a
solucionar nada, porque la vaca en cuestión seguirá
manseando, o será igual el petardo siguiente aunque no se
cuente.
Aunque el miedo es pensar que, siendo profesionales del
mundillo, no se llega a entender.
Es muy triste, pero la realidad es esa.
Mayor inteligencia y mayor saber estar hay que tener.
Sabiendo estar y con un intelecto de ser humano, por mucho
que se diga de uno, ni se amenaza ni se agrede. Y también
ayudaría que los que escriben de esto en los medios más
especializados, primero entendieran y segundo tuvieran
rigor. Así quienes dicen lo que han visto argumentando las
críticas, no serían los raros.
Entonces no aparecerían frases irrisorias tipo "juegas con
mi pan". No, nadie juega con el pan de nadie por opinar.
Cada cual juega con su trabajo. Si su trabajo es malo, no
juega quien lo dice, es uno mismo el que está jugando con su
propio futuro. Y si la opinión está tan argumentada como
para convencer a los lectores y la dan por buena, ¿el
problema de quién es?
Mientras
se siguen matando mensajeros, habrá que sobrevivir
esquivando, creyendo en lo que uno dice en busca de hacer
mejores los festejos populares, sobre todo diciendo lo que
se piensa, siempre dentro de una corrección que a nadie
falta al respeto. Y es triste, pero no queda otra que
felicitar a los que se comportan como caballeros y asumen
las críticas, encajándolas bien y sin ninguna alteración
psico-física.
Nota aclaratoria: este
artículo no habla de nadie en concreto y haciéndose
extensible en apoyo toda aquella persona que da sus
opiniones firmadas, en forma de crónicas o mensajes.
Se matiza esto, para evitar cualquier tipo de acusación. En
caso de no tenerlo claro, síganse con detenimiento los
cuatro puntos del séptimo párrafo.
Víctor Manuel Giménez
Remón